Si tomamos un momento para pensar en nuestro corazón, ese músculo que late alrededor de dos punto cinco billones de veces, durante la vida de una persona promedio, y que bombea nuestra sangre logrando que esta recorra más o menos diecinueve mil trescientos kilómetros al día, todos los días, durante toda la vida. Eso da mucho en qué pensar.
Sin embargo, cuando este órgano decide parar, no quedan muchas opciones. Ahí es donde el trasplante de corazón entra en juego, después de que todo lo demás ha fallado, este proceso verdaderamente milagroso reemplaza lo que se considera tradicionalmente como el órgano más importante del cuerpo.
Hoy en día, los trasplantes de corazón se realizan a través de donaciones, ya sea de personas que han fallecido recientemente y/o que presentan muerte cerebral. El corazón se extrae del donante y recibe una inyección de cloruro de potasio para detener sus latidos. De esta forma es capaz de sobrevivir fuera del cuerpo durante cuatro o seis horas.
El primer trasplante de corazón se realizó en 1964, cuando un corazón de mono se colocó en el pecho de un hombre moribundo. Esto desató un gran número de consideraciones éticas y por desgracia, la vida de aquel hombre sólo se prolongó durante noventa minutos, no obstante, el inicio de innumerables operaciones futuras había comenzado. La primera operación intrahumana se realizó en 1967 usando el corazón de un donante con muerte cerebral. El paciente vivió sólo dieciocho días antes de sucumbir frente a una neumonía.
El procedimiento que conlleva un trasplante de corazón es en el mejor de los casos, complicado. Para hacerlo se realiza un corte a través del esternón, dejando el corazón expuesto; posteriormente se conecta a los vasos sanguíneos una máquina que hace las veces de un corazón-pulmón. Una vez removido el corazón defectuoso del pecho, el corazón del donante se recorta para adaptarse al tejido restante y después se cose en su sitio.
Finalmente el corazón es reiniciado (y desfibrilado de ser necesario), luego de esto la máquina es retirada del cuerpo, dejando al nuevo órgano a cargo. Por si fuera poco, un buen número de puntos de sutura serán necesarios para cerrar el pecho del paciente; además debe utilizarse un poco de alambre metálico para conectar nuevamente el esternón. Después de todo, no debemos olvidar el largo proceso de recuperación.
Algo sencillo ¿No es así?
