En general, el proceso para realizar un trasplante de corazón es de aproximadamente siete horas, y cuesta alrededor de ciento cincuenta mil dólares. Con la finalidad de evitar el contagio de cualquier enfermedad, el paciente es enviado a casa tan pronto como sea posible (más o menos una o dos semanas después de la intervención).
Para evitar el riesgo de que el cuerpo rechace el tejido nuevo, causándole una insuficiencia cardíaca, el paciente debe tomar una serie de medicamentos durante toda su vida. Las tasas de supervivencia para las personas que se han sometido a este procedimiento es de un ochenta y seis por ciento después del primer año, pero reducirá a un setenta por ciento después de cinco años (al menos esa es la estadística para los ciudadanos de Estados Unidos).
Aunque cualquier persona preferiría sin duda, una tasa de supervivencia del noventa y nueve por ciento, las posibles complicaciones son muchas. La mayoría de los problemas se producen cuando el cuerpo rechaza el nuevo órgano y comienza a atacarlo, sin embargo, la medicación actual reduce la capacidad del cuerpo para luchar contra el nuevo tejido, por desgracia también provoca que el paciente sea más vulnerable a otras infecciones, así que prácticamente toda la atención se centra en evitar estas complicaciones.
El objetivo final de la ciencia es solucionar el problema del rechazo. Quizá en un futuro esto sea posible, si los científicos logran construir órganos nuevos a partir de las células del paciente, el medicamento supresor no sería necesario, y el sistema inmune sería capaz de defenderse de muchas de las enfermedades que pueden causar complicaciones en los pacientes con trasplante de corazón. Por desgracia ese es un largo proceso que aún debe perfeccionarse.
A pesar de esto, el camino que ha recorrido la medicina moderna durante más de cuarenta años ha progresado bastante. De seguir así, estos procedimientos serán cada vez más fiables y accesibles para las personas que los requieran.
