A pesar de lo que representan los cuentos de hadas, la felicidad no aparece por arte de magia, ni siquiera es algo que pueda sucedernos. Es algo que se puede cultivar.
La ciencia nos dice que sólo el diez por ciento de las variaciones en cuanto a lo que la gente refiere como felicidad, puede ser explicado por las diferencias entre sus circunstancias. Parece que la mayor parte de lo que determina la felicidad se debe a la personalidad, y más importante aún, los pensamientos y comportamientos que se pueden cambiar.
Dicho de otro modo, cualquiera puede aprender a ser feliz, o por lo menos más feliz. Así que a pesar de que la mayoría de las personas estén en la creencia de que la felicidad se obtiene gracias a una vida de riquezas, belleza y libre de estrés; la realidad es que la gente que tiene todo eso, no es más feliz en promedio que quienes carecen de esas bendiciones.
Las personas que son felices, parecen saber intuitivamente que su felicidad es la suma de sus elecciones de vida, y sus vidas se basan en los siguientes preceptos: dedicar tiempo a la familia y amigos, mantener una visión optimista, apreciar lo que tienen, mantener una sensación de propósito y vivir el momento.
Para aquellos que han estado buscando la felicidad, la buena noticia es que sus decisiones, pensamientos y acciones pueden influir en su nivel de felicidad. Quizá esto no resulta tan sencillo como apagar o encender un interruptor, pero sin duda es algo posible.
Todo es cuestión de practicar y practicar.
