Si estás preocupado porque algún amigo o miembro de tu familia tenga algún trastorno alimenticio es muy comprensible. No es fácil ver que un ser amado dañe su salud, sobre todo cuando la solución está lejos de ser simple; al menos en apariencia.
Sin embargo, los trastornos alimenticios no tienen su origen en la comida o en la búsqueda por ser delgado, en realidad son intentos de lidiar con problemas emocionales o de estrés laboral. No se puede obligar a una persona que padezca estos trastornos a cambiar, pero sí es posible ofrecerles apoyo y fomentar su tratamiento. Eso es lo que puede hacer una gran diferencia.
Los trastornos alimenticios implican alteraciones extremas en las conductas alimenticias, ya sea que la persona siga dietas rígidas, tenga atracones de comida en secreto,vomite después de las comidas o cuente excesivamente las calorías que consume. Por desgracia, los trastornos de esta naturaleza son más complejos que los hábitos alimenticios poco saludables. En esencia, implican actitudes autocríticas distorsionadas sobre el peso, la alimentación y la imagen corporal. Son estos pensamientos y sentimientos negativos, los que alimentan las conductas perjudiciales.
Las personas con trastornos de alimentación utilizan la comida para lidiar con emociones incómodas o dolorosas, y usan la restricción alimentaria para sentirse en control. Comer en exceso temporalmente alivia la tristeza, el enojo, o la soledad. La purga se utiliza para combatir los sentimientos de impotencia y odio a sí mismo. Con el tiempo, las personas con trastornos de alimentación pierden la capacidad de verse a sí mismos de manera objetiva y su obsesión por la comida y el peso termina por dominar todo lo demás en su vida.
