Al igual que con muchas otras condiciones y enfermedades, la vulnerabilidad a la adicción difiere de una persona a otra. Los genes, la salud mental, el ambiente social y familiar, todos juegan un papel en el problema de las adicciones.
Los factores de riesgo que incrementan la vulnerabilidad incluyen: una historia familiar de adicciones, el abuso, la negligencia u otras experiencias traumáticas en la infancia. Los trastornos mentales como la depresión y la ansiedad, el uso temprano de drogas, también influye la forma de administración -ya sea que la persona fume, o se inyecte- esta puede aumentar su potencial adictivo.
La adicción es un trastorno complejo caracterizado por el uso compulsivo de la droga. Si bien cada droga produce diferentes efectos físicos, todas las sustancias comparten una cosa en común: el uso repetido puede alterar la forma en que el cerebro funciona y percibe las cosas.
Tomar una droga recreativa causa un aumento en los niveles de dopamina en el cerebro, esto provoca sensaciones de placer, el cerebro recuerda dichas sensaciones y quiere que se repitan. Si una persona se convierte en adicto, es porque la sustancia adquiere el mismo significado que los comportamientos de supervivencia, tales como comer y beber.
Los cambios en el cerebro interfieren con la capacidad para pensar con claridad, de ejercer un buen juicio, de poder controlar el comportamiento y de sentirse normal sin usar drogas. Sin importar que la persona sea adicta a los inhalantes, la heroína, las anfetaminas o al vicodin, el ansia incontrolable de usarlos se hace más importante que cualquier otra cosa, incluyendo la familia, los amigos, su profesión, e incluso su propia salud y la felicidad.
La necesidad de usarlas es tan fuerte que su mente encuentra muchas maneras de negar o racionalizar la adicción. Por esta razón es que una persona puede subestimar drásticamente la cantidad de medicamentos que está tomando, lo mucho que afectan su vida, y el nivel de control que tiene sobre su uso de drogas.
