Si en algún momento somos víctimas de acoso cibernético o ciberbullying, es importante recordar que no es culpa nuestra. Sin importar lo que un acosador cibernético diga o haga, no debemos avergonzarnos de lo que somos o lo que sentimos. Después de todo, el ciber-acoso viene de una persona que tiene un problema, y ese problema no es nuestro.
Dicho de otro modo, se trata de ver todo desde una perspectiva diferente. El ciber-acoso proviene de una persona frustrada que quiere tener control sobre los sentimientos de otros, para que se sientan tan mal como ella.
No debemos hacer de un incidente de acoso cibernético algo peor, leyendo o manteniéndonos a la expectativa de los mensajes una y otra vez. En su lugar, debemos eliminar los mensajes de acoso y centrarnos en experiencias positivas. También es importante hablar con una persona de confianza o un consejero u orientador.
Encontrar una o distintas formas de manejar el estrés puede hacernos más resistentes y ayuda a evitar que nos sintamos abrumados por el acoso cibernético. El ejercicio, la meditación, la relajación muscular y los ejercicios de respiración son buenas maneras de manejar la ansiedad. Cuanto más tiempo estemos realizando actividades que disfrutemos, menor importancia le daremos al ciberbullying en nuestra vida.
Aunque no debemos olvidar la importancia de informar estos incidentes a un familiar, adulto o autoridad escolar. Si existen amenazas de daño o mensajes sexuales inapropiados deben reportarse directamente a la policía. En muchos casos las acciones del acosador pueden ser procesados por la ley.
Para prevenirlo, también es posible bloquear los remitentes de correo electrónico, los números de teléfono celular o eliminar a los contactos problemáticos de los medios sociales e informar de estas actividades a nuestro proveedor de servicios de internet o al de los sitios web que utilizan para atacar.
