La malaria puede ser fatal, en particular la variedad que es común en las zonas tropicales de África. Los centros dedicados a la prevención y el control de la enfermedad estiman que el noventa por ciento de las muertes por malaria o paludismo, se producen en África, especialmente en los niños menores de cinco años.
En la mayoría de los casos, las muertes por malaria se relacionan con una o más de estas complicaciones graves:
Cuando los glóbulos infectados con el parásito bloquean los pequeños vasos sanguíneos que irrigan sangre al cerebro, generalmente provocan una inflamación o daño cerebral. Por esta razón, la malaria cerebral puede llevar al paciente a caer en estado de coma.
Los problemas respiratorios son causados cuando se acumula demasiado líquido en los pulmones, (edema pulmonar) haciendo difícil la respiración.
La malaria también puede causar que los riñones o el hígado comiencen a fallar, sin mencionar que puede ocurrir una ruptura en el bazo. Cualquiera de estas condiciones de insuficiencia orgánica, pueden ser potencialmente mortales.
Ya que la malaria provoca un daño considerable a las células rojas en la sangre, los pacientes pueden desarrollar una anemia severa.
Las formas más graves de la malaria pueden llevar por sí mismas, a una baja considerable en los niveles de azúcar en la sangre. Cuando esto sucede, puede provocar el coma o la muerte.
Algunas variedades del parásito de la malaria -que normalmente causan las formas más leves de la enfermedad-, pueden persistir durante años y causar recaídas.
