¿Alguna vez te has preguntado por qué algunas personas disfrutan del aroma de los quesos más aromáticos, mientras que otras lo encuentran insoportable? Según los científicos dedicados a la investigación alimenticia en Nueva Zelanda, la explicación podría estar en nuestros genes.
Ellos han descubierto diferencias genéticas que pueden explicar estas variaciones en la percepción de los olores en las personas.
La investigación fue realizada en doscientas personas receptivas a diez compuestos químicos que están presentes en muchos alimentos. Luego, los investigadores llevaron a cabo un amplio estudio de asociación en el genoma de dichas personas, con el objetivo de buscar las diferencias genéticas entre las que podían oler cada compuesto y las que no.
De los diez compuestos, los investigadores encontraron que cuatro habían marcado una conexión genética sobre cómo los sujetos perciben los olores: isobutiraldehído (malta), β-damascenona (manzana), 2-Heptanona (queso azul) y β-ionona (rosas).
El estudio encontró que las personas que tienen un buen olfato para las rosas, también son bendecidos con un fuerte sentido del olfato para la comida y la bebida. Se encontró que los individuos portadores de los genotipos de la sensibilidad de β-ionona en particular, son más capaces de distinguir entre los olores de los alimentos y bebidas en general.
Dicho de otro modo, los investigadores señalan que las personas que son sensibles al compuesto presente en las rosas, normalmente describen el olor como fragante y floral. Mientras que las menos sensibles, no pueden encontrarlo tan agradable, e incluso lo describen como amargo o picante.
Si es verdad que todos tienen su propio conjunto único de olores a los que son sensibles, esto podría significar que cuando las personas se sientan a comer, cada uno de ellos lo experimentan en su propia forma.
