Un director lituano, de nombre Arunas Matelis, pasó ocho meses en un hospital pediátrico en Vilna, capital de Lituania. Allí retrató cómo los niños con algún padecimiento de cáncer, entran en un mundo extraño, carente de color, pero poblado de extraños amables, donde se acostumbran a la rutina alternada entre la medicación diaria y las comidas.
Todo transcurre entre los sueños de los niños más allá de las paredes de la clínica y sus padres, que cargan con el peso de la incertidumbre sobre el destino de sus hijos. Cabe señalar que el propio cineasta había estado en ese mismo lugar, cuando su propia hija libró una exitosa batalla contra la leucemia.