Al menos en teoría, una vida de estrés bajo y llena de felicidad es lo que la mayoría de nosotros desea tener. Sin embargo, en la realidad pocos llegan a lograrlo.
Se ha encontrado que las personas que viven por largo tiempo, lo hacen sin estrés y manteniendo su vida enriquecida con fuertes lazos familiares, un sentido de propósito, una buena dosis de espiritualidad y suficientes horas de sueño.
A diferencia de una alimentación saludable y hacer ejercicio, definir una vida sin estrés es más complicado. La dificultad radica en preguntarse cómo medimos la tensión, la felicidad o en explicar si el ser espiritual consiste en ir a la iglesia una vez al día o una vez al mes.
A pesar de este problema, todos deberíamos ser capaces de comprender el punto. Si estamos felices con nuestro lugar en la vida, entonces nos comportamos de maneras que promueven la longevidad y la salud. Somos más propensos a tomar el cuidado de nuestro cuerpo más a menudo y lo inundamos constantemente de hormonas y sustancias químicas asociadas con la felicidad y la salud.
Y es que no es un secreto que el estrés tiene serios efectos nocivos sobre nuestro organismo. Aquellos que viven llenos de estrés constante, ira o resentimiento tienen altos niveles de una sustancia llamada cortisol fluyendo dentro de su cuerpo. Los efectos a largo plazo son dramáticos, desde el aumento de la presión arterial, hasta problemas de enfermedades cardíacas.
