La gripe aviar es una enfermedad que tiene una tasa de mortalidad muy alta en los seres humanos. Un ejemplo de esto es que más del cincuenta por ciento de las personas que han llegado a contraer esta enfermedad, provocada por el virus H5N1, fallecen.
Por fortuna es muy difícil para un ser humano infectarse con el virus de la gripe aviar, y es aún más complicado que una persona infectada con este virus infecte a su vez a otros individuos. No obstante, lo que los expertos e investigadores más temen es que si un ser humano que ya está enfermo con la gripe estacional humana, se infecta con la gripe aviar, el virus H5N1 podría intercambiar información genética con el virus de la influenza humana (H1N1) y adquirir la capacidad de transmitirse de humano a humano.
Si existiera una cepa capaz de transmitirse con facilidad de una persona a otra, podría tener consecuencias devastadoras. Un virus mutado infectaría fácilmente el tracto respiratorio superior y se alojaría profundamente en los pulmones, provocando una concentración mayor del virus en la tos y los estornudos de las personas infectadas, elevando así las posibilidades de infectar a otros. A pesar del riesgo, existen algunos científicos que han mutado intencionalmente el virus para que afecte con mayor facilidad a las células humanas.
El control de los brotes de gripe aviar ayuda a reducir la probabilidad de que un virus de este tipo entre en contacto con un virus de la gripe humana. Por esta razón, tomar acciones constantes para reducir los problemas ocasionados por la gripe humana y la estacional, resulta igual de importante.
