La palabra ‘ginseng‘ viene del término chino ‘renshen’, que literalmente se traduce como ‘raíz del hombre’. Se cree que tiene este nombre porque la raíz de la planta se parece a las piernas de un hombre.
Hace más de cinco mil años, en las montañas de Manchuria, China, el panax ginseng se utilizaba comúnmente por sus poderes rejuvenecedores. Esta hierba era considerada como un símbolo de la armonía divina y su forma humana era muy conveniente.
Los beneficios del ginseng se documentaron por primera vez durante la dinastía Liang de China entre los años 220 y 589 después de Cristo. La leyenda china dice que los primeros emperadores lo empleaban como remedio para todas las enfermedades y no sólo lo consumían, también se usaba en jabones, lociones y cremas.
Cabe señalar que en el siglo III después de Cristo, la demanda china por el ginseng propició un gran comercio internacional de la planta hacia otras partes del mundo, a cambio de la seda y otros productos.
En 1716, un sacerdote jesuita en Canadá se enteró de que el ginseng era muy codiciado en China, por lo que buscó la hierba en algunas zonas de Canadá, especialmente por su medio ambiente similar al de Manchuria. Después de tres meses de búsqueda, finalmente encontró una hierba casi idéntica al ginseng asiático cerca de la ciudad de Montreal, la hierba que se encontró se conoce actualmente como el ginseng americano.
Poco después, la exportación del ginseng desde América del Norte hasta China, llevó esta especie al borde la extinción. Por fortuna, los agricultores comenzaron a cultivar esta hierba en la década de 1970, logrando que el comercio del ginseng creciera de forma constante.
