Cuando una persona está considerando tomar antidepresivos como una opción de tratamiento, debe considerar cuidadosamente todas sus opciones de tratamiento.
Resulta esencial que los médicos y especialistas consulten con el paciente las siguientes preguntas:
– ¿Es mi depresión lo suficientemente grave como para justificar el tratamiento farmacológico?
– ¿El medicamento es realmente la mejor opción para tratar mi depresión?
– ¿Estoy dispuesto a tolerar los efectos secundarios no deseados?
– ¿Tengo el tiempo y la motivación para dedicarme a otros tratamientos, como la terapia o el ejercicio?
El médico también debe considerar el grado de educación que su paciente tiene respecto a la salud mental, si existe alguna condición médica que podría estar causando su depresión, la interacción que este tipo de medicación tendrá con otro tipo de medicamentos, cuál es el riesgo de que la depresión vuelva después de suspender el tratamiento y cuáles serán los efectos secundarios al retirar el medicamento.
Los medicamentos pueden tratar algunos síntomas de la depresión, pero no pueden cambiar los factores subyacentes que contribuyen a la depresión en nuestra vida. Los antidepresivos no son una cura y no van a resolver nuestros problemas cuando la causa de la depresión se encuentra en el ámbito laboral, una visión pesimista o una relación poco saludable. Por esta razón son importantes las terapias que trabajan con nuestro estilo de vida.
A veces toma tiempo encontrar el tratamiento más adecuado, pero no debemos pensar que los antidepresivos son la mejor opción, simplemente porque pueden ser el camino más fácil. Los medicamentos pueden ser de gran ayuda cuando están acompañados de una terapia que nos ayude a cambiar las percepciones emocionales y mejorar nuestras habilidades para afrontar los problemas.
Además de la terapia, existen otros tratamientos eficaces, que incluyen ejercicio, meditación, técnicas de relajación y manejo de estrés, grupos de apoyo y otras medidas de autoayuda. Todas ellas sin efectos adversos.
