Una de las mejores formas de identificar los patrones detrás de nuestra manera de comer, es mantener diariamente un registro de los alimentos que consumimos y nuestro estado de ánimo.
Así, cada vez que comamos en exceso o nos sintamos obligados a buscar comida, bastará con tomarse un momento para averiguar qué es lo que desencadena el impulso. En muchas ocasiones será necesario dar marcha atrás para buscar algún evento perturbador que pudiera haber iniciado el ciclo de nuestro apetito emocional.
Mientras más detalles se incluyan en nuestro diario, más sencillo será encontrar con el tiempo algún patrón o causa. Puede ser un momento estresante del día, el nerviosismo de asistir a alguna reunión de trabajo o los instantes inmediatos a encontrarse con alguna persona. Una vez que hayamos identificado los factores emocionales que causan nuestro apetito emocional, el siguiente paso es tratar de buscar una forma más saludable de alimentar esos sentimientos.
Cuando no encontramos una forma de manejar las emociones sin recurrir a la comida, no seremos capaces de controlar esos hábitos durante mucho tiempo. Las dietas tienden a fallar porque sólo ofrecen consejos nutricionales bastante obvios. Sin embargo, esa clase de recomendaciones sólo funcionan cuando se tiene un control consciente de los hábitos alimenticios. No funcionan cuando las emociones secuestran todo el proceso, exigiendo un pago inmediato de alimentos.
Dicho esto, resulta esencial señalar que no siempre es suficiente entender cómo funciona nuestro ciclo de apetito emocional ni comprender los factores que lo desencadenan, pero sin duda es un paso enorme.
