Un grupo de investigadores de la Universidad Adelaida, en Australia, dicen haber descubierto la primera evidencia de que los nervios situados en el estómago siguen un ritmo circadiano y limita la ingesta de alimentos de una persona en ciertas horas del día.
Los investigadores dicen que sus hallazgos podrían conducir a una explicación consistente acerca de cómo el estómago le dice al cerebro que tenemos hambre o estamos satisfechos.
Para llegar a sus conclusiones, los científicos analizaron a un grupo de roedores con ocho semanas de edad, para determinar cómo los nervios responden al ‘estiramiento’; un proceso que se produce después de la ingesta de alimentos en intervalos de tres horas durante el día.
Según los autores del estudio, estos nervios son responsables de informar al cerebro la cantidad de comida que una persona ha comido y cuándo dejar de comer. Sin embargo, su investigación encontró que los nervios en el intestino tienen una sensibilidad mínima durante las horas del día que están asociados con estar despierto.
Esto significa que podemos consumir más alimento antes de sentirnos satisfechos en momentos de alta actividad, cuando se requiere más energía. Sin embargo, con un cambio en el ciclo de día-noche, los nervios se vuelven más sensibles al estiramiento, indicando la saciedad al cerebro más rápido y limitando la ingesta de alimentos. Esta variación se repite cada veinticuatro horas en un ciclo que coordina la ingesta de alimentos con los requerimientos de energía.
Los trabajadores que intercambian turnos podrían ser más propensos a experimentar interrupciones de sueño y hábitos alimenticios irregulares. De hecho, algunas investigaciones han sugerido que las enfermeras que trabajan en turnos largos, horas extra u otros horarios adversos, pueden ser más propensos a la obesidad.
Aunque este análisis se llevó a cabo en ratones, los investigadores creen que el mismo proceso se aplica al cuerpo humano.
